El collar rojo, de Jean-Christophe Rufin

Jean-Christophe Rufin nos espera en la vidriera de octubre con El collar rojo, una simple y emocionante novela fugaz, sobre fidelidad y humanidad, o la falta de ella.

Por: Morena Fournier

Lo interesante de los libros cuando son nuevos, recién salidos del horno del autor, es que probablemente no encuentres muchos lugares o personas para que te den su opinión. Eso hace que unx, lector o lectora, se zambulla en aguas desconocidas. Aguas casi sin estrenar. Más aún cuando desconocemos al autor, indiferentemente del renombre.

Jean-Christophe Rufin, además de escritor y francés, es médico. Muy groso, si bien entiendo poco y nada de premios, apabulla saberlo precursor de Médicos sin Fronteras y autor de unas cuentas novelas, un par de ellas exitosas. En este caso, y como primera incursión en su bibliografía, me tocó leer El collar rojo (Le collier rouge), una cortísima novela cuyo texto en sí no llega a las 160 páginas. Simple y fluida, nos introduce en una cara no nueva pero si reflexiva de la Primera Guerra Mundial. Y si bien esa materia ya está bastante quemada, no es en este caso la protagonista de la historia. Otro contexto catastrófico del mismo calibre podría servir como trasfondo para los personajes, que son el verdadero brillo. Ellos y la manera en que Rufin los presenta, de a uno, acompañados de escenas completamente visuales, muy fácilmente imaginables hasta los detalles, colores, ruidos y olores. Estamos, una vez más, ante una novela de película.

Lantier, un juez joven, casado y con hijos, que vio la guerra y eso lo carga constantemente con una actitud reflexiva y poética sobre los actos que se narran, tiene que encargarse de esclarecer y juzgar a Morlac, un ex combatiente condecorado que cometió un delito no tan terrible como uno creería, sino cargado de un gran mensaje simbólico. Este joven, firme en su objetivo de ser condenado, le va a narrar al juez Lantier las crueldades de las que fue testigo y el profundo cambio que la entonces Gran Guerra generó en él, a fuerza de saberse carne de cañón para intereses ajenos a su realidad, su granja y su familia. En un espacio extremadamente politizado que hasta entonces desconocía, Morlac se formó una opinión política y principios firmes. Quiso ser parte del cambio que todos necesitaban.

Mientras estos bellos personajes se entremezclan, un tercero pero no menos importante, protagonista pasivo de este libro, ladra. Guillaume, compañero fiel de Morlac, espera afuera de la cárcel a su amo. Es este el sujeto sobre el que realmente gira absolutamente todo el libro. Firme junto a Morlac hasta lo impensado, Guillaume te gana el corazón desde el principio.

Como rol femenino fuerte en este librito, Rufin nos regala a Valentine, una guerrera y sobreviviente, pasional y bella en su decadencia, es un condimento necesario para toda novela de película. Cuestiones de equilibrio. Como lo son esos pintorescos personajes secundarios, diferentes, cómicos y dulces.

La novela está desarrollada de una manera que sería adaptable con mucha facilidad hasta para teatro. Está hecha para ser representada. Compra, no agota pero tampoco subestima, se presta a pensar sin por eso hundirnos en profundas reflexiones. Rufin poetiza las descripciones de sus personajes de una manera justa y clara. No son perfectos, son sus detalles:

“[…] Con todo, los estragos del invierno y del trabajo no habían aniquilado la belleza y la nobleza del cuerpo al que maltrataban. Dichas cualidades, combatidas desde todos los frentes, se habían replegado en sus ojos. Valentine tenía una mirada negra pero brillante, directa, clara en su manera no solo de contemplar al otro, sino asimismo de abrirle ampliamente el camino de su alma. Pese a su aspecto  miserable, con esa mirada proclamaba que aceptaba su condición pero también que no se resignaba a ella. Se trataba de algo más que de mero orgullo: era un desafío.”

Estamos ante literatura de verano, o mejor, de vacaciones. De tiempo libre. Les recomiendo que si no saben qué leer y chocan la mirada con esa portada medio tristona, que confunde y llama un poco la atención, ese intento de Guillaume con la mirada triste y el collar rojo, le den una oportunidad, y revuelvan un poco sus páginas. Las novelas de película son como las películas pochocleras: no estarán siempre en nuestra memoria, pero nos ayudan a distender un poco las neuronas recargadas.

SOBRE EL AUTOR:

Jean-Christophe Rufin (28 de junio de 1952), es un médico, escritor, académico y diplomático francés, nacido en Bourges, departamento del Cher. Fue electo en 2008 para la Academia Francesa de la que es el miembro más joven y en la que ocupa el asiento número 28. Fue presidente de la ONG denominada Acción contra el hambre y ha sido embajador de su país en Senegal y en Gambia.

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Véase además:

Ediciones B Argentina

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