6 libros para levantar la temperatura

Se acerca el fin de semana y en "Soy Bibliotecario" sube la temperatura. Encendé tus fantasías y tu vida sexual con libros de alto voltaje. Acá, algunos fragmentos para que te "inspires".

Encendé tus fantasías y tu vida sexual con libros de alto voltaje.  Foto: Corbis
LAS EDADES DE LULÚ
Editorial Almudena Grandes, Ed. Tusquets.
Me pidió que abriera los ojos. Se volvió contra mí e insertó su pierna izquierda entre mis dos piernas, empujando para arriba, obligándome a bascular contra su pantalón vaquero. Yo sentía calor, sentía que mi sexo se hinchaba, se hinchaba cada vez más, era como si se cerrara solo, de su propia hinchazón, y se ponía rojo, cada vez más rojo, se volvía morado y la piel estaba brillante, pegajosa, gorda, mi sexo engordaba ante algo que no era placer, nada que ver con el placer fácil, el viejo placer doméstico, esto no se parecía a ese placer, era más bien una sensación enervante, insoportable, nueva, incluso molesta, a la que sin embargo no era posible renunciar.

Me desabrochó la blusa pero no me quitó el sujetador. Se limitó a tirar de él para abajo, encajándomelo debajo de los pechos, que acarició con unas manos que me parecieron enormes. Luego me mordió un pezón, solamente uno, una sola vez, apretó los dientes hasta hacerme daño, y sus dos manos me abandonaron al mismo tiempo, aunque la presión de su muslo se hacía cada vez más intensa. Entonces escuché el inequívoco sonido de una cremallera.

Me tomó la mano derecha, me la puso alrededor de su pene y la meneó dos o tres veces.

Aquella noche, su verga también me pareció enorme, magnífica, única, sobrehumana, y seguí yo sola. De repente, me sentía segura. Ésa era una de las pocas cosas que sabía hacer, pajas. El verano anterior, en el cine, había practicado bastante con mi novio, un buen chico de mi edad que nunca había sido capaz de emocionarme. Lo que sentí en aquel momento era muy distinto. Estaba conmovida, deslumbrada, excitada, contenta, un poco asustada también.

OCHENTA MELODÍAS DE PASIÓN EN AMARILLO
Vina Jackson, Ed. Océano.
En Marble Arch subió un obrero de la construcción. Era alto, con extremidades musculosas y gruesas, y tuvo que agacharse un poco para que las puertas pudieran cerrarse. Soy una persona educada y moví el estuche del violín para acomodarme, dejando mi cuerpo frente a él. El tren arrancó con una sacudida, desequilibrando a los pasajeros. Por un momento, sentí su pecho apretándose contra mí. Llevaba una camiseta de algodón de manga larga y jeans.

Cerré los ojos y me imaginé cómo sería debajo de los jeans.

No había podido verlo por debajo de la cintura al entrar, pero la mano que agarraba la barra del techo era grande y gruesa, así que supuse que lo mismo podía aplicarse al bulto de los jeans.

El vagón dio otra sacudida. Ahora su cuerpo estaba firmemente pegado contra el mío, y envalentonada por nuestra aparente fortuita proximidad, me apoyé solo un poquito, empujando la pelvis hacia afuera de manera que el botón de sus jeans hiciera presión contra mi sexo.

Soltó la mano de la barra del techo y la apoyó en la pared por encima de mi hombro, de modo que estábamos prácticamente abrazados. Me imaginé que sentía su respiración entrecortada y el corazón acelerado. ¿Qué haría si me dirigía la palabra? ¿O si me besaba? Me pregunté cómo sería sentir su lengua en mi boca, si sería bueno besando, si era la clase de hombre que metería y sacaría la lengua de forma horrible, como un lagarto, o si sería de los que me apartarían los cabellos y me besarían lentamente, como si me saborearan. Sentí una humedad cálida entre las piernas y me di cuenta, con una mezcla de vergüenza y placer, de que estaba mojada.

DELTA DE VENUS
Anäis Nin, Ed. Alianza. 
El agua estaba tibia, como un lujuriante almohadón, tan salada que las llevaba, ayudándolas a flotar y a nadar sin esfuerzo. De pronto, lo que sintió entre las piernas no era una mano, sino otra cosa, algo tan inesperado y turbador que gritó. No era Evelyn, era un hombre, el hermano menor de Evelyn, que acababa de deslizar su pene erecto entre las piernas de María. En realidad, el abrazo le pareció tan arrullador, cálido y placentero como la misma agua.

El mar y el pene y las manos conspiraron para despertar su cuerpo.

Trató de alejarse nadando, pero el muchacho nadó debajo de ella, la acarició, le agarró las piernas y de nuevo la montó por detrás.

Forcejearon en el agua, pero cada movimiento la afectaba más, hacía que notara más el cuerpo de él contra el suyo y las manos de él sobre ella. El agua hacía que sus senos se balancearan adelante y atrás, como nenúfares flotando. Él se los besó. Con el constante movimiento, no podía tomarla, pero su pene tocaba una y otra vez el punto más vulnerable de su sexo, y María sentía cómo se desvanecían sus fuerzas. Nadó hacia la orilla y él la siguió. Cayeron sobre la arena. Las olas seguían lamiéndolos mientras jadeaban, desnudos.

A partir de aquella noche se encontraron a la misma hora. La poseyó en el agua, bamboleándose y flotando. Los movimientos, al compás del oleaje, de sus cuerpos que gozaban, parecían formar parte del mar. Encontraron un repecho en una roca, y allí permanecieron juntos, acariciados por las olas y estremeciéndose por el orgasmo. Cuando iba yo a la playa de noche me parecía verlos, nadando juntos, haciendo el amor.

TRÓPICO DE CAPRICORNIO
Henry Miller, Ed. Edhasa. 
Decidí espiar por el ojo de la cerradura y ver por mí mismo qué pasaba. Estaba ante el espejo sobándose y acariciándose. Me excité tanto que no supe qué hacer. Volví al salón, me tumbé en el sofá a esperar a que saliera. "Vení acá", decía una y otra vez para mis adentros. Debió de captar el mensaje al instante, pues en un santiamén había abierto la puerta y estaba buscando a tientas el sofá en la oscuridad. No dije palabra ni hice el menor movimiento. Me limité a mantener fija la mente en su coño, que se movía silencioso en la oscuridad como un cangrejo. Por fin, se detuvo ante el sofá. Tampoco ella dijo palabra. Se limitó a permanecer ahí, en silencio, y, cuando le deslicé la mano piernas arriba, movió ligeramente un pie para abrirlas un poco más.

No creo haber puesto en mi vida las manos sobre una pierna más jugosa.

Probablemente fuese la mujer con la que mejores polvos he echado en mi vida. No abrió el pico ni una sola vez: ni aquella noche, ni la siguiente, ni ninguna. Bajaba así, sigilosa, en la oscuridad, tan pronto como olía que estaba solo, y me cubría completamente con el coño. Me metía en él como el gusano solitario y me escondía en una pequeña hendidura en que reinaba un silencio sepulcral. Lo único que tenía que hacer era tumbarme en la oscuridad con la bragueta abierta y esperar.

HISTORIA DEL OJO
Georges Bataille, Ed. Tusquets.
Llevaba medias negras de seda sujetas por encima de la rodilla. Todavía no había podido verla hasta el culo (ese nombre que empleaba con Simone me parecía el más bonito de los nombres del sexo). Me limitaba a imaginar que, levantando el delantal, le vería el trasero desnudo. En el pasillo había un plato de leche destinado al gato.

-Los platos están hechos para sentarse -dijo Simone-. ¿Quieres apostar? Me siento en el plato.

-Apuesto a que no te atreves -respondí yo, sin aliento.

Hacía calor. Simone colocó el plato en un pequeño banco, se instaló ante mí y, sin desviar los ojos de los míos, se sentó mojando el trasero en la leche.

Me quedé inmóvil, temblando, con la sangre en la cabeza, mientras ella observaba mi verga dilatando el pantalón. Por primera vez vi su "carne rosa y negra" bañada en leche blanca. Ella se levantó bruscamente: la leche resbaló por sus muslos hasta las medias. Se secó con un pañuelo, poniendo un pie sobre el pequeño banco. Yo me frotaba la verga, agitándome en el suelo. Gozamos al mismo tiempo, sin habernos tocado el uno al otro.

SORPRÉNDEME
Megan Maxwell, Ed Planeta.
Mel le agarró las manos y como una diosa se movió sobre él. Primero de arriba abajo y después de adelante hacia atrás, con movimientos sinuosos y perturbadores. Björn, enloquecido por la situación, suplicó que no parara.

La joven sonrió y, tras morderle el labio inferior, susurró:

-No te muevas y acabá para mí.

Los movimientos de ella y su exigencia le hacían perder la razón. Nunca una mujer le había pedido así que acabara. Y por primera vez en mucho tiempo, Björn disfrutó del sexo sin juguetes sexuales, sin moverse, sin azotes ni tríos. Solo con una increíble mujer sobre él volviéndolo loco. Cerró los ojos y cuando ya no pudo más, se arqueó y tuvo un maravilloso orgasmo que lo hizo temblar sobre la cama, mientras la vagina de ella lo succionaba y Mel se arqueaba sobre él y se dejaba llevar por la pasión.

OTROS TÍTULOS

-En tu piel, Lisa Renee Jones (Urano).
-Solo para adultos, Asa Akira (Grijalbo).
-Una noche deseada, Jodi Ellen Malpas (Planeta).
-Inconsciente, S. C. Stephens (Urano).

Fuente: Revista Ohlala

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