La nueva vida de las bibliotecas

Las bibliotecas, tal como las conocíamos, están cambiando. El avance de las nuevas tecnologías y el nuevo perfil de los usuarios hacen que deban adaptarse a este nuevo desafío. Hoy, en Soy Bibliotecario, reproducimos un artículo publicado en el diario ABC, de España, sobre esta nueva realidad que viven las bibliotecas públicas de ese país...

Las bibliotecas, algo más que libros
Desde aquí el artículo...

Cuando parecían condenadas a servir únicamente como salas de estudio, el autopréstamo y sobre todo el libro electrónico han cambiado el día a día de estas trincheras del silencio y la cultura.

Donde antes había flexos individuales, libros con polvo y estanterías de dudosa estabilidad ahora hay lámparas fluorescentes, e­readers y catálogos electrónicos. Tradicionalmente las bibliotecas han sido lugares para el intercambio de libros y últimamente parecían condenadas a servir únicamente como salas de estudios. Nada que ver. Las nuevas modalidades de préstamo y la variedad de servicios han hecho de las bibliotecas un espacio más atractivo para el gran público.


Acostumbrados a la barra de Google, las signaturas que acompañan a los libros son casi el último vestigio de las bibliotecas tradicionales. Muchos creen que estos lugares son el reducto de quienes buscan un rincón alejado de distracciones donde estudiar y sacar adelante sus exámenes. En bibliotecas públicas como la Luis Rosales de Carabanchel, no lo ven así. Calculan que están repartidos al 50 por ciento los que van a poner los codos y los que buscan otro tipo de servicio.

Biblioteca pública Luis Rosales de Carabanchel.
Las principales responsables de que estos lugares no terminen convertidos en salas de estudio son las propias bibliotecas, que han sabido adaptarse a los nuevos tiempos. En casos como la de Carabanchel han incorporado una zona donde leer la prensa, que registra un pico de asistencia los fines de semana. También incluyen en su catálogo películas -cada vez menos por aquello de la piratería- y lo que cada vez más gente demanda: libros electrónicos.

Más fácil de lo que parece

En contra de lo que pudiera parecer, cerca del 90 por ciento de los usuarios utilizan el servicio de autopréstamo sin necesidad de acudir al mostrador. «Con ese tiempo que nos ahorramos podemos dedicarnos a la formación para que la gente aprenda a usarlo de forma dependiente», explica Mayte Morata, directora de la biblioteca. «Pueden ver si el libro está prestado o no a través del portal del lector. Si está prestado, cuando lo devuelvan, les avisamos por teléfono para que vengan a por él».

Desde el pasado mes de septiembre, las bibliotecas españolas pueden prestar unos 1.500 ejemplares en formato electrónico. En Carabanchel, cuando abrieron en julio de 2010, ya ofrecían libros electrónicos a sus socios. Por prestar prestaban hasta los e­readers, de los primeros modelos que se comercializaron. Estaban llenos con unas 400 obras libres de derechos de autor, como las de Benito Pérez Galdós, por ejemplo.

El catálogo se ha ampliado mucho desde entonces y a los e­readers les han sustituido dispositivos más modernos. El préstamo de libros electrónicos es el último paso de un oficio que ha cambiado mucho en los últimos años. Acceder a los e­book es igual de sencillo que retirar un libro por el método tradicional. Basta con tener un carné de usuario de la Red de Bibliotecas Públicas de la Comunidad de Madrid y una dirección de correo electrónico.

Cuando el usuario se registra tiene dos opciones, la descarga completa o la lectura en pantalla, que permite ver el ejemplar aunque alguien lo haya «retirado». Puede acceder al libro desde tres dispositivos que sincronizados, como puede ser un ordenador de sobremesa, una tablet y un teléfono móvil. Lo único que no se puede hacer es una copia de ese libro o instalarlo en otro dispositivo. A los 21 días se da por terminado el préstamos y la obra deja de estar disponible para ese usuario.

¿Quién elige los libros de una biblioteca?

Aunque la técnica ha cambiado, muchos se preguntan también quién es el encargado de armar el catálogo de una biblioteca. Quién decide qué libros aparecerán por las estanterías o estarán disponibles en formato digital. Mayte Morata tiene la respuesta. «Una parte lo decide la Red de Bibliotecas Públicas de la Comunidad de Madrid, que está centralizada. Luego hay otra pequeña parte -explica- que sí es propia de cada biblioteca».

Dentro de ese margen que tienen para elegir, intentan ampliar sus fondos de acuerdo con lo que la gente demanda. «Podemos deducir qué es lo que quieren por las estadísticas de préstamo, por las preguntas que hacen en los mostradores o por un libro que ya tenemos pero que vemos que se reserva mucho». De acuerdo con estos indicios, se encontraron en su momento con una importante demanda de obras como «El tiempo entre costuras».

En espacios como la Luis Rosales de Carabanchel, dependiente de la Comunidad de Madrid, han hecho de la lectura accesible una especialidad de la casa. Cuentan con libros en braille, en lengua de signos o con un tamaño de letra especial. Para los libros no adaptados, tienen en cada planta cuatro telelupas, que son como microscopios digitales para facilitar la lectura.

Fuente: ABC

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